La bella Éfeso tiene un clima tórrido y asfixiante en verano, pero su arquitectura clásica y abierta genera corrientes de aire marino que casi resulta fresco. Tiene un hermoso teatro, uno de los mejores en sonoridad, monumentos preciados y el Templo de Artemisa, el más grande de la antigüedad y una de sus siete maravillas. Esta es la ciudad de Heráclito, aristócrata renegado y filósofo. Un buen hombre con una figura sólida pero triste, como insatisfecha. Tal vez sea sólo su imagen pues las conversaciones lo animan mucho. Lo encontré en la calle, casi entrando a su casa y lo llamé.
—Maestro!, ¿cómo está? Hace un tiempo que no nos vemos
—Profesor una alegría recibirlo! Venga entremos a mi casa, es fresca y nos protegerá de este calor repetido en cada verano. Además, tengo algo de ese vino que a usted tanto le gusta.
La casa era sencilla, pero confortable. Aunque rechazaba cumplir con los deberes de su aristocrática familia, recursos no le faltaban; los lujos ausentes se debían a su exclusiva decisión de austeridad.
Hablamos de amigos y conocidos comunes, mientras bebíamos unas copas de vino necesariamente aguado, acompañado de unos trozos de exquisito queso de cabra y las infaltables aceitunas e higos de la localidad.
—Cuénteme que lo trae a mi compañía
—Estuve con Atenea…
—Ah, que bella mujer. ¡Y qué cabeza!
—Ciertamente. Sabe usted que está un poco contrariada…bueno realmente furiosa con lo que pasa con la guerra, y me recomendó hablar con usted para que me explique para qué sirve
—Sé del enojo de Atenea y de los desmayos frecuentes de Niké, pobre niña. Tal vez no ayude, pero déjeme contarle qué hace la guerra entre los hombres.
—Para eso he acudido a usted. Lo escucho con avidez Maestro
—Usted, yo, el mundo, el universo conformamos el Cosmos. Todo lo que lo integra interactúa en equilibrio gracias al Logos, que lo rige y lo ordena. El logos es el factor constitutivo del ser, de donde procede la medida y la proporción, la unidad y coherencia de las cosas que se vincula a la unidad de los opuestos, recíprocamente inseparables y los mantiene en Armonía. El Logos es el conjunto de normas que todos en el Cosmos seguimos, el único problema es que no conocemos plenamente el Logos.
—Lo cumplimos, pero no sabemos cómo es, qué dice, ¿no lo comprendemos siquiera?
—No, el Logos es asunto de los Dioses, usted sabe de mi paganismo tradicional. Los Dioses lo han creado para regir todo y sólo nos lo dejan vislumbrar sin conocerlo, pero como nos ofrece buenos resultados seguimos nuestras sospechas. Podría decir que el Logos anida en el alma de los hombres, pero que difícilmente podrán descubrirlo; el que lo haga merecerá llamarse sabio.
—Algo así como que al lugar que fueres has lo que vieres, aunque no lo entiendas
—Exacto. De todas formas, los hombres nos regimos a conciencia por el Nomos, nuestras leyes que siguen hasta donde nos es conocido las pautas de Logos incognito. Pero el Logos no es eterno, se desgasta, tiene fallas y rompe la Armonía que lo sostiene. La crisis de la relación de opuestos quiebra la Armonía del Logos y muta de Orden a Caos. Y el Caos no es desorden.
—Muchos los confunden
—Si, la ignorancia siempre preside las acciones humanas desgraciadamente— esta frase me recordó la misantropía tradicional del Maestro— Son diferentes, aunque parecidos.
«El Desorden no tiene guía, o norma que lo rija, no hay manera de seguirlo o estudiarlo pues se manifiesta sin límite ni rumbo. En cambio, el Caos se manifiesta como un cambio que no sigue las pautas que rigen una situación, estableciendo una especie de Logos temporal imperfecto y más desconocido que el original. Es decir que mientras en el Orden podíamos vislumbrar algunas pautas de guía, en el Desorden no tenemos ninguna y en el Caos podemos conjeturar sólo algunas guías mientras que otras se mantienen muy ocultas. Napoleón señalaba acertadamente que una batalla es un Caos, pues no todo lo que sucede en ella es conocido o controlable».
—¿Pero el Caos no puede ser permanente, o sí?
—No. Si el Caos se prolonga en el tiempo termina en Desorden. Imagínese lo que sucede cuando el nivel de situaciones afectadas son países, el mundo, o el universo; es imperioso hacer cesar el Caos y establecer el Orden. Para realizar esa acción interviene el Polemos
—El conflicto
—No, no el conflicto. Eso debería hablarlo con Gastón Bouthoul. En realidad, me refiero a la Guerra. El rey y padre de todos. La Guerra que tiene el poder de crear y aniquilar. Claro que esta Guerra no interviene sola, debe actuar en acuerdo con Diké
—La hermanastra de Atenea
—Veo que hizo sus deberes profesor. Es necesaria la presencia de la Justicia para que la Guerra tenga los efectos deseados. La diké-polemos restaura la Armonía, estableciendo una nueva que dará lugar a noveles transmutaciones. El flujo continuo de la revolución de los opuestos, cuya esencia está determinada por el Logos. Así esta Guerra a través de su resultado establecerá un nuevo Logos que rija el Cosmos. No será igual al original, será diferente. Este logos determinará que algunos seres sean dioses y otros hombres; que unos sean esclavos y otros libres. En suma, determinará las normas del nuevo Cosmos. En una sociedad fija la estructura social y política hasta que un nuevo Caos aparezca.
—Entonces la estructura política, en todo lo que el término abarca, está determinada por el saldo de esa Guerra; quien gana ordena y quien pierde obedece
—Así es. Por eso Tucídides en el Diálogo de Melos dirá ” los fuertes imponen su poder, tocándoles a los débiles padecer lo que deben padecer”. El nuevo Logos instituye la relación y las partes.
—Pero, eso implica que la Guerra no tiene fin, o mejor dicho que tiene una permanencia constante pues si la estructura política es consecuencia de la Guerra y no se altera, esa Guerra sigue vigente a través de su resultado.
—Vea profesor esa conclusión, que podríamos llamar como Guerra Permanente, es a dónde muchos han arribado a lo largo del tiempo. Hable con Hobbes, Boulanvilliers, Rousseau, Hegel, Howard o Foucault, incluso con Kant, todos le dirán, mediante sus propias interpretaciones que la Guerra es un fenómeno permanente. Y para mí la supresión de la contienda bélica significaría la ruina del cosmos…
«Creo que lo que le enfurece, pero la tiene aterrada a Atenea es que si la guerra sigue agotándose en su esencia el cosmos va a desaparecer. Lo cierto es que la decadencia de la Guerra se debe a que la Armonía rota hace ya tiempo, bueno en su tiempo, no se ha reparado. Pareciera que las Guerras desde 1950 carecen de la suficiente Dike, y eso es aterrador, además de una conducción profesional integral eficiente. Cabe preguntarse ¿si la Guerra no establece el Logos y la Armonía para qué la hacen los hombres? O peor ¿si hacen la Guerra en el Caos no para eliminarlo sino para mantenerlo?».
—Si, es mucho tiempo de Armonía ausente y, es probable, de Caos permanente y sostenido.
—De ser así no es Guerra, ni Polemos, y carece de Diké. Es emplear la violencia por sí misma con fines variopintos, pero que sospecho excluyen la supervivencia regular de la gente.
—¿Pero entonces qué lugar tiene la Paz?
—La Paz es fundamental, nadie lo puede negar. Pero no se empezó a estudiarla hasta el siglo XV. En mi época hacíamos tratados de Paz, buscábamos la Paz, pero poco la teorizábamos. Por otra parte, no puede haber Paz sin Armonía y sin las hermanastras de Atenea. Tal vez Hosbawm pueda ayudarlo con eso. Tendrá que hacer su camino profesor para encontrar el lugar de la Paz. ¿Qué hará ahora?
—Debo viaja a Samoa, a encontrarme con Margaret Mead. Tiene una idea interesante acerca de la naturaleza de la guerra en las sociedades humanas. Probablemente me reúna luego con Malinowski o con Lorenz. Pero la lista de entrevistas que usted me propone también la voy a completar, coincide usted con Atenea en que debo hablar con filósofos.
—Si, creo que sí. Feroz tarea la suya. Mejor quédese aquí esta noche cenaremos jabalí y beberemos vino, luego de un buen descanso podrá partir reconfortado. El mar va estar allí mañana…bueno no será el mismo mar y usted tampoco será el mismo…Panta rei…De todas maneras yo mismo lo acompañaré al puerto…aunque tampoco seré el mismo.