JINETES EN LA NIEVE

Las derrotas de Jena y Auerstadt acabaron con el modelo militar de Federico el Grande pero no sometieron completamente al reino de Prusia. En los meses siguientes los cuerpos napoleónicos recorrieron el país capturando y rindiendo a los remanentes del ejército germano. Esto se realizó particularmente al occidente del Oder, pero más allá de la rivera oriental, sobre la desmembrada Polonia, aún quedaban muchas tropas prusianas. Gran parte estaban en las fortalezas de Silesia, el Báltico y Varsovia, pero con escasa movilidad sólo servían para defender sus posiciones, en tanto tuvieran víveres y municiones. La única fuerza móvil eran los 15000 soldados del general Lestocq en la zona del Thorn al oriente del Vístula para reunirse con el tardío apoyo de las tropas rusas del general Bennigsen, unos 62000 hombres.

Con Berlín en sus manos y las fortalezas de Silesia cayendo una a una, Napoleón decide extender su control sobre el espacio entre el Oder y el Vístula. De momento sólo cuenta con los cuerpos de Davout, Lannes, Augereau, Jerome y parte de la caballería en el Oder. El resto está persiguiendo los restos prusianos que Blucher hábilmente mueve hacia el oeste para atraer a los franceses lejos de Polonia, lo que pone a la mitad de su ejército a 15 días de marcha. En estas condiciones el Emperador decide avanzar por etapas y con cautela pues, además, no posee información segura del enemigo.

Eligió como eje y objetivo de avance la ciudad de Varsovia. Tomar la ciudad tenía las ventajas de aislar Silesia y formar un saliente que amenazase las comunicaciones de cualquier fuerza que intentara moverse por el bajo Vístula, al norte de la ciudad. Era esperable que ocupar esa capital volcase al pueblo polaco en su favor pues, de momento Polonia estaba repartida entre Prusia y Rusia. Sin embargo, el plan tenía riesgos. Tal avance podría llevarlo a una trampa donde quedaría rodeado por entre rusos y prusianos al norte y el esta, y Silesia y Austria al Sur y el oeste; además con líneas de comunicaciones muy extendidas. Por demás cruzar el Vístula por Varsovia lo llevaba a un terreno difícil por la confluencia de los ríos Bug, Narew y Wkra. Pero los comandantes están obligados a evaluar los riesgos y asumirlos.

Conociendo ahora que los rusos no habían llegado a Varsovia, apresuró su plan. Ordenó a Davout avanzar a Posen y asegurar la ruta de Thorn a Varsovia, y realizar reconocimientos hacia el este para asegurar una rápida respuesta ante cualquier avance enemigo.

El 9 de noviembre de 1806 Davout ocupa posen y en el oeste Blücher es capturado en Magdeburgo. El 10 Napoleón ordena a Ney, Soult, Grouchy y d’Hautpoul reunirse con el resto del Grande Armee en intención de avanzar sobre la capital polaca. Para el 17 Lannes ya estaba en Thorn.

Al día siguiente se tuvieron noticias del avance de Bennigsen sobre Varsovia. Los franceses redoblaron sus esfuerzos y pronto se iniciaron contactos de combate entre las avanzadas.

El terreno no favorece el mantenimiento de las tropas. Lannes comentará que en algunas zonas le recordaba a Egipto, pero con peores caminos. Esta limitación logística y la creciente concentración del Grande Armee llevaron a Bennigsen a concluir que no podría sostener la ciudad y abandonó Varsovia el 26 de noviembre; el 28 Murat entraba en la capital.

Allí en Varsovia, Napoleón emprendería una nueva campaña de conquista…

El 31 de diciembre de 1806 Napoleón alcanzó la posta de Bronie cerca de Varsovia. Fue recibido por una muchedumbre de patriotas polacos agradecidos por su promesa de liberación. De entre la multitud asomó una bellísima joven tocada con un gorro de piel que en buen francés pidió al general Duroc, Gran Mariscal de Palacio responsable de la seguridad del Emperador, que le presentase al “libertador de Polonia”. Napoleón la saludó con un ramo de flores de los que le fueron arrojados. Al partir ella desapareció de la vista, pero no de la mente de Napoleón.

Encargó a Duroc averiguar quién era. Se trataba de la joven esposa de 18 años del viejo conde Anastase Walewski, un rico nacionalista. Había sido educada por Nicolás Chopin, el padre de Frederic, por lo que tenía un nivel intelectual más que aceptable, modales de corte, modesta y muy patriota. Se llamaba María.

Se preparó una fiesta para que pudieran encontrarse; pero ella se negó. El Emperador entonces, tampoco asistiría. Se convirtió en cuestión de estado. El Príncipe Poniatowski, Jefe del Gobierno Polaco, y su esposo la convencieron de aceptar, a regañadientes. María se sintió insultada por la precipitada invitación, así que vistió muy sencillamente de blanco para el baile.

María rechazó toda invitación a bailar. Los despistados generales Perigord y Bertrand lo intentaron y sólo consiguieron que el Mariscal Berthier los “exilara” a guarniciones lejanas por orden de Napoleón.

El Emperador fingió no conocerla al presentarlos, pero sus ojos delataban su deslumbramiento. Respecto de su vestido le comentó “Blanco sobre blanco no le queda señora”. María enrojeció y más cuando notó que era el blanco de todas las miradas del baile.

 De allí en más comenzó una “campaña de asedio” para vencer la pudorosa dignidad de María. Cartas y flores llegaban incesantemente. Así como el desfile de dignatarios francés y polacos, y hasta algunos Mariscales del Imperio, rogando por la condescendencia de María. Una carta finalmente triunfó. En ella Napoleón le decía “…Su patria me será más querida cuando tenga piedad de mi pobre corazón. N.”

Se sucedieron algunos encuentros inconclusos. Napoleón le envió una guirnalda de diamantes. María la arrojó al suelo diciendo “¡Me trata como a una cualquiera!”. Suena más a seducción que a ofensa, pues todo se saldo con gestos de comprensión entre ambos.

Finalmente, en un encuentro donde se mezclaron el amor y la amenaza de destrucción de Polonia se consumaron los hechos. María cuenta que se desmayó y el Emperador se aprovechó de ella; la versión de Napoleón es la de poca resistencia polaca. Pero una frase final del relato de María cierra la historia. “Aquél que tenía el universo a sus pies, estaba a los míos y enjuagaba mis lágrimas”.

Esa misma noche María escribió a su esposo pidiendo el divorcio. El conde Waleswki comprendió que era mejor ceder y retirarse a sus propiedades en el campo.

Nadie se escandalizó en Varsovia. María sería conocida como la “Esposa polaca del Emperador” y sería una de las mujeres que más lo amó. Le dio un hijo que sería ministro de Francia.

Pero y Josefina?. La emperatriz trató de ir a Varsovia pero Napoleón le dijo que “hacía mucho frío” y que mejor regresase a París. Regresemos nosotros a la guerra.

Además del romance con María, Napoleón se ocupó de continuar la campaña contra Bennigsen. No sabía dónde estaban los rusos, pero debía encontrarlos pronto pues el invierno amenazaba con cerrar las operaciones.

Bennigsen después de abandonar Varsovia marchó al norte y se detuvo en Pultusk mientras Lestocq y sus prusianos se mantenían al noreste de Thorn. Bernadotte falló en atacar al prusiano, pero Lannes alcanzó al ruso en Pultusk. El audaz Mariscal galo con 20000 soldados y sin artillería atacó a los 37000 rusos y sus 50 cañones. Bennigsen trató de envolver el flanco derecho de Lannes, pero el arribo de una división de Davout lo impidió. La llegada de la noche dejó la batalla inconclusa. Aunque no tanto…Bennigsen reportó haber vencido a 60000 franceses al mando del mismísimo Napoleón, y le echó la culpa a su colega Buxhowden de no haberlo apoyado para destruir al enemigo. Igualmente continuó su retirada, esta vez hacia el norte.

El clima seguí complicando las cosas en un terreno intransitable que generaba múltiples problemas de abastecimiento. Si no se daba una batalla pronto las tropas se resguardarían en cuarteles de invierno.

Parecía que Bennigsen quería proteger Königsberg, pero nada más. Fue la imprudencia de Ney, de sobre extender su cuerpo, que detectó la intención rusa de marchar hacia el bajo Vístula y reconectar con Prusia. El 27 de enero de 1807 Napoleón emitió las directivas de campaña. Bennigsen avanzaba hacia el oeste por el norte de Polonia hacia el bajo Vístula, Bernadotte y Ney debían contenerlo mientras el Emperador con el grueso de la Grande Armee avanzaba hacia el norte contra el flanco y la retaguardia de los rusos. El miedo de Bennigsen de ser sorprendido por Napoleón le dio a su campaña un paso muy lento que de momento lo mantuvo a salvo de la trampa francesa.

El 1 de febrero la inteligencia rusa interceptó dos órdenes de Napoleón que develaban su plan. Bennigsen detuvo su marcha y la redirigió hacia el sudeste para ser él quien sorprendiese a los franceses.

De inmediato comenzaron los choques entre las avanzadas de ambos ejércitos. Bennigsen en Guttstadt despegó sus fuerzas en espera de los movimientos galos. Las vanguardias francesas sorprendieron y rechazaron varias concentraciones rusas por lo que Bennigsen decidió retirarse hacia Königsberg perseguido por Napoleón.

El terreno resultó el peor enemigo de la persecución, haciéndola lenta, aunque efectiva. Murat alcanzó la retaguardia rusa al mando de Barclay de Tolly y la desarticuló.

Bennigsen debía elegir entre abandonar Königsberg y segur al este o encerrarse en la ciudad y quedar aislado. Cuando alcanzó el pueblo de Eylau se detuvo y ordenó a Bragation cubrirlo mientras desplegaba sus fuerzas en espera de una gran batalla.

Napoleón aceptó, pero primero se aseguró la posesión del pueblo de Eylau lugo de que Murat y Soult obligaran a Bragation a reunirse con su grueso. El clima era horrible con ventiscas y nevadas constantes. Los soldados buscaban resguardo donde podían.

La batalla estaba virtualmente pactada. Napoleón llamó a Davout y Ney para que se unieran; mientras que Bennigsen hacía lo mismo con Lestocq. El escenario estaba preparado para el drama.

El campo de batalla de Eylau es una planicie de suave ondulación, cruzada por arroyos, pequeños estanques, barrancos y marismas. En ese invierno del 8 de febrero de 1807 todo estaba congelado y cubierto por medio metro de nieve. Los puntos más notables eran el pueblo de Eylau con el campanario de su iglesia y una altura conocida como Serpallen, donde había una aldea. Era un día oscuro, ventoso con frecuentes ventiscas de nieve que soplaban en dirección de los franceses. Davout dirá luego que pareció una batalla nocturna.

El despliegue ruso se muestra defectuoso. Sus alas no están apoyadas en nada, en el aire como se dice, sin ningún obstáculo natural que las proteja. Extrañamente las tropas estaban formadas en bajas alturas, pero en el lado de la pendiente que las exponía al fuego francés. No sabemos qué quería hacer Bennigsen; aparentemente ablandar el centro francés con artillería y luego atacarlo aprovechando su superioridad numérica. Contaba con 60.000, y más jinetes y cañones que Napoleón, y espera los 9000 hombres de Lestoq.

El plan del Emperador era simple, pero dependiente del tiempo de reunión de sus tropas. El IV Cuerpo de Soult sostendría el terreno alto de Eylau apoyado por la artillería y la caballería ligera. A su derecha se desplegaría el grueso del Grande Armee: el VII Cuerpo de Augerea, la caballería de Murat y la Guardia, todos detrás de las crestas del terreno para ocultarse y protegerse del fuego ruso. Por ese lado esperaba la llegada del III Cuerpo de Davout de 15000 hombres que atacaría el flanco de Bennigsen, lo que permitiría al grueso arrasar las posiciones rusas. Esperaba que el VI Cuerpo de Ney (10000) llegara por el lado opuesto. Podría tratarse entonces de un ataque conjunto por flanco, frente y retaguardia.

Al despuntar el día la artillería rusa abrió fuego en todo el frente, recibiendo la respuesta francesa de fuego. Las tropas de Soul protegidas en edificios y alturas tuvieron considerables bajas, aunque se reacomodaron para recibir un ataque. Esto fue interpretado por Bennigsen como una retirada y así lo reportó, aunque no hizo nada para aprovecharla pues era una mentira.

Mariscal Augereau

A las 0900 el cuerpo de Tutchkov atacó la altura del Molino siendo rechazado por los franceses. Napoléon resistió la tentación de aprovechar el momento en espera de Davout y mejores condiciones de batalla.

Mientras la división Friant de Davout llagaba y atacaba las tropas rusas de Bagavout en Serpalen obligándolo a replegarse sobre Klein -Sausgarten bajo la protección de su artillería.

Eran las 1000 ya cuando Napoleón decidió lanzar un ataque. Davout ya estaba arribando con éxito, pero Soult sufría muchas bajas. Decidió que el cuerpo de Augereau atacase el centro ruso, mientras la división de StHilaire -bajo mando directo del Emperador- actuaba como enlace con Davout en la extrema derecha.

St Hilaire

StHilaire avanzó bajo un fuego mortífero. Augereau, muy enfermo, guio sus divisiones en línea contra los rusos. De proto se levantó una densa tormenta de nieve que cegó a todos y empapó los mosquetes. Las tropas francesas sin ver se desviaron a la izquierda y expusieron su flanco a 72 cañones rusos que les dispararon sin piedad. Esto fue posible porque los rusos tenían la tormenta a su espalda y podían distinguir a los franceses a 300 metros. Para peor Augereau fue víctima de la artillería francesa que disparaba a ciegas en la borrasca. Bennigsen lanzó su caballería entre Augereau y StHilaire cazando a rezagados, pero muchos batallones franceses se retiraron en orden y resistieron el ataque.

De pronto se levantó la tormenta y Napoleón pudo ver al maltrecho cuerpo de Augereau volviendo a Eylau. En media hora había sufrido 929 muertes y 4271 heridos, incluídos Augereau y los comandantes de División. La situación era crítica.

El fuego cobraba bajas constantemente. El cirujano Percy

Baron Larrey

cuenta que la cantidad de heridos llegados del frente, a apenas diez minutos de distancia, era constante y creciente; los cirujanos operaban frenéticamente mientras se acumulaban fuera de los improvisados hospitales muchos soldados con sus heridas sin tratar. El Barón Larrey, Cirujano de la Guardia y veterano de muchas campañas, quedó impresionado de ver a Granaderos y Cazadores de la Guardia ser atendidos y volver a combate cubiertos de sangre. Muchos comandantes estaban heridos; el Mariscal Augereau herido de bala, el general Laval con un tiro en el tendón de Aquiles, Dahalman con diez lanzazos en el cuerpo, D’Hautpoul con la pierna fracturada moriría por no haber sido amputado a tiempo.

Los 4000 Granaderos de la Guardia que defendían el cementerio de Eylau, fueron reprendidos por bajar la cabeza ante el fuego. Por esa misma actitud el Coronel Lepic, jefe de los Granaderos a Caballo de la Guardia, les gritó: “Cabezas arriba por Dios…Son balas no mierda!”.

Coronel Lepic

Con las fuerzas de Augereau deshechas, el cuerpo de Soult bajo fuego y con Davout apenas llegando a completo a la batalla, la debilidad del dispositivo francés podía resultar evidente a Bennigsen en cualquier momento. Tanto más cuanto una columna de 6000 rusos se acercaba a los límites del Eylau; Napoleón debó enviar a dos batallones de la Guardia para frenar el ataque. Pero evidentemente no resolvía la situación general.

El Emperador se negaba a comprometer el grueso de la infantería de la Guardia pues era su única reserva en caso de que Lestocq escapara a la persecución de Ney y llegase primero al campo de batalla. Entonces recurrió a los únicos hombres frescos que le quedaban.

A las 11:30 ordenó al Mariscal Murat reunir todo su cuerpo de caballería más la caballería de la Guardia, unos 10700 jinetes, formar al centro del dispositivo francés y atacar las columnas y posiciones rusas. Los cazadores de Dahlman encabezaron el ataque seguidos por los coraceros deNansouty y D’Hautpoul, los dragones de Klein, Grouchy, Beaumont y Sahuc, los húsares de Lasalle, y finalmente la caballería de la guardia del mariscal Bessieres.

La soberbia y alucinante columna despedazó las columnas rusas y las persiguió hasta dentro del dispositivo ruso. Una parte se desvió a la derecha para tomar por el flanco a los jinetes rusos que hostigaban a St.Hilaire. Con gran destreza los franceses atacaban, se reagrupaban y volvían a cargar sobre los pobre soldados rusos que apenas reaccionaban. La caballería rusa, pobremente montada no era enemigo para los jinetes galos. Sólo la artillería eslava respondía a los ataques con presteza. Así se afirmó el prestigio de la caballería de la Grande Armee: “El pavor de Europa y el orgullo de Francia”

La gigantesca carga dio un respiro a Napoleón y permitió la llegada plena y el ataque de Davout por el flanco izquierdo ruso al precio de 1500 bajas. Además, alivió la presión sobre Augereau, StHilaire y Soult, ocultando la terrible debilidad que presentaba el centro francés. Algunos han criticado al Emperador por lo emplear la Garde Imperiale para explotar el ataque de Murat; pero prudencia, sabiduría y cálculo guiaban a Napoleón.

Mariscal Murat

A las 13:00 Davout lanzó su ataque contra las tropas de Tolstoi cuyo flanco estaba “en el aire”. El ataque progresó con éxito; la línea rusa se adelgazaba y tambaleaba. Pero a las 15:30 apreció Lestocq con sus prusianos que a las 16:00 ya estaban atacando el flanco derecho de Davout. Los generales Kamenskoi y Bagavout apoyaron el ataque y detuvieron el avance de Davout. Otravez la batalla se estancaba; Ney era ahora la única esperanza.

La nieve, las ventiscas y las acciones de retaguardia de Lestoq habían retrasado a Ney, pero a las 1900 hizo su aparición por la derecha rusa con 14000 hombres disputando el terreno a Tutchkov.

La llegada de Ney levantó la moral francesa y desesperó a los rusos. Pero todavía a las 22:00 seguían sucediéndose ataques y contraataques. Para las 23:00 los nervios de Bennigsen se quebraron. Celebró un concejo de guerra donde sus subordinados le rogaban resistir durante la noche y recomenzar la batalla al día siguiente. Pero el comandante ruso estaba física y espiritualmente agotado y ordenó la retirada.

Marical Ney

No fue hasta las 03:00 que Soult se apercibió del repliegue ruso. El propio Davot puso su oreja en el suelo para comprobar que los sonidos de caballos y cañones se alejaban. Napoleón apenas pudo creerlo.

Catorce horas de batalla habían agotado a ambos ejércitos. La flor y nata de las tropas rusas y francesas yacían agonizantes en el campo de batalla. Las bajas fueron terribles; los franceses perdieron 25000 soldados, entre ellos 23 generales, los rusos unos 15000, aunque nunca se sabrá el número real.

Ney comentará “Quel Massacre! Et sans resultat!

Napoleón le dirá a Soult, “Mariscal, los rusos nos han hecho un gran daño”. Soult con valentía y comprensión le respondió, “Y nosotros a ellos, nuestras balas no eran de algodón”.

El Emperador recorrió Eylau con mucho cuidado para evitar que su caballo pisase a algún caído…y lloró.

Jorge Vigo