VIAJE CUATRO
EL BANQUETE DE LAS VERDADES

1/8
Como en todo grupo de amigos, conocidos y colegas de cuando en vez se producen
reuniones festivas, bailes, saraos, tertulias, y gaudeamus que terminan en comilonas,
francachelas, jaranas, juergas, parrandas y alguna que otra pelea a golpes.
Mientras preparaba mi viaje a la prehistoria, previo recoger a Harris, me llegó la
invitación a una de esas reuniones en el castillo de Neuschwanstein. Imposible
negarme, buena comida bávara, cerveza sin fin y conversaciones interminables sobre la
Guerra. Aunque era un contra tiempo a mis planes, no importaba, tiempo había de
sobra, aun aceptando que estas verbenas duraban mucho tiempo. Pasé a buscarlo a
Harris y marchamos a la velada con nuestras mejores galas.
Al acercarnos al castillo en una espléndida noche de verano nos llegó la música que
animaba la reunión. En el patio interior se paseaban hombres y mujeres luciendo sus
ropajes más llamativos, en medio de susurros, champaña y estrellas.
Sobre las mesas del bufet, guarnecidos con brillantes entremeses, se apilaban las
condimentadas carnes frías contra las ensaladas con diseños abigarrados, los cerdos de
pastel y los pavos, fascinantes en su oro oscuro. En el vestíbulo principal habían
instalado un bar con barra de cobre pulido, bien provisto de ginebras, licores, y
cordiales olvidados hace tanto, que la mayor parte de los invitados eran demasiado
jóvenes para distinguir los unos de los otros.
La orquesta, que no era un conjunto de cuatro o cinco pelagatos, sino todo un foso de
oboes y trombones, saxos y violas, cornetas y flautines, bongos y tambores.
El bar está a plena marcha, y rondas flotantes de cócteles permean el jardín exterior,
hasta que la atmósfera se llena de risas, y charlas, y de insinuaciones casuales, y de
presentaciones olvidadas en el acto, y de encuentros entusiastas entre damas que nunca
se acuerdan de sus respectivos nombres.
Las luces aumentan su brillo a medida que la tierra se aleja del sol, y ahora la orquesta
está tocando una estridente música de cóctel, y la ópera de voces se eleva un tono más
alto. La risa se hace más fácil a cada minuto; se derrama con prodigalidad, se otorga a
la menor palabra alegre. Los grupos varían con mayor rapidez, crecen con nuevas
llegadas, se disuelven y se reagrupan como una exhalación; ya se puede ver a las chicas
itinerantes, muchachas seguras de sí mismas que pican aquí y allí entre los más sólidos
y estables, que se convierten por un momento agudo y feliz en el centro de un grupo,
para luego, embriagadas con el triunfo, seguir deslizándose entre el mar de rostros,
voces y colores diferentes, bajo la luz siempre cambiante.
De repente, una de aquellas gitanas, de trémulo ópalo, levanta un cóctel que flota en el
aire, se lo bebe para darse valor y moviendo sus manos se pone a bailar sola en la
plataforma. La fiesta ha comenzado. (Fitzgerald, 2020)

Con el paso de las copas y los platos tuve algunos encuentros interesantes que
superaron la etérea fragilidad del festejo.
2/8 Aperitivo del Coraje 1/2
Distinguí a un hombre iracundo y de semblante airado; su rostro estaba rojo de furia
ante las risas de sus camaradas. Era el General Juan Galo de Lavalle. Me acerqué al
grupo cuando un viejo soldado que, por su uniforme pude identificar como un veterano
turco de Balaclava de 1854, estaba diciendo:
— El imaginario popular, del que todos somos víctimas seamos civiles o militares,
construye guerreros musculosos y valerosos como componente fundamental del hacer
la guerra. Así las figuras fornidas de Beowulf, Rambo, Hulk, He-Man o Conan el
Bárbaro exponen la idea de que la guerra se gana con la fuerza física y un voluntarioso
coraje, lo que a todas luces es falso y tiene consecuencias negativas.
—La preparación física es fundamental para el soldado, nadie puede negarlo y tal vez en
ese nivel, musculados guerreros sean de utilidad —interrumpió un zuavo francés de la
guerra de 1870 — Sin embargo, ese alto nivel físico no es esencial a la formación de un
oficial. La capacidad física de un oficial debe ser tal como para que ante los mayores
esfuerzos y presiones del combate que lo desgastan y cansan, él aún conserve la energía
y claridad mental para la conducción de los hombres a su cargo. Él es el responsable de
transformar la fuerza física de sus soldados en la energía que llevará al conjunto a la
victoria, y eso se consigue con un cerebro lúcido en un cuerpo resistente que no
necesita ser el de un súper hombre. Este doble espejismo que pone en el centro del arte
militar al músculo generalmente va acompañado de otro que supone que el coraje, el
valor o las solas virtudes morales alcanzan para obtener la victoria.
Mientras todos asentían, menos Lavalle cada vez más irritado. El General Álvaro
Obregón lanzó una sonrisa burlona a Pancho Villa, que apenas la distinguió sumido en
las nieblas del Tequila, y comenzó su historia.
—Aquí con el compadre Villa tenemos una historia sobre eso. Nos enfrentamos en la
Batalla de Celaya por 1915. Yo había fortificado el pueblo, siguiendo las prácticas de la
Gran Guerra europea que probaban el fracaso de las cargas a campo abierto.
Alambradas, ametralladoras, sucesivas líneas de defensa y una reserva. Pero el amigo
Villa tenía su plan…
—Mi plan—replicó Villa— Mi plan me había dado resultado muchas veces…
—Y cuál era? — preguntó socarronamente Obregón
—¡A la Carga! — gritó Villa
—Si ese es todo tu conocimiento militar. —Villa trató de responder, pero apenas podía
sostenerse en su silla — Y eso hiciste. El primer día apenas moviste mi línea de
avanzadas y luego estrellaste tu caballería contra las alambradas y las ametralladoras.
Ah! Pero al segundo ataque tenías otro plan…
Más recompuesto don Pancho Villa contestó.
—Si al siguiente asalto el plan fue ¡Todos al Ataque!
Ante la risa general el propio Villa no pudo evitar reírse de su propia brutal torpeza.
—Es más. Recuerdo un capitán que me dijo que estaban muy escasos de munición y que
los trenes de abastecimientos aún no habían llegado. Yo le contesté con una de esas

frases que tanto emocionan y llenan de glorioso heroísmo hasta las lágrimas: ¡Nuestro
coraje será nuestra munición! … Qué estúpido fui.
«Esa tarde perdí tres mil soldados y nunca más pude recuperar un mando de ese
volumen. Ahora sé que coraje sin inteligencia es una mala fórmula, mezclado con
estupidez resulta en desastre.»
2/8 Aperitivo del Coraje 2/2
El General José María Paz, “El Manco”, lo miró a Lavalle como invitándolo a hablar,
como diciéndole ahora te toca confesarte. Lavalle hombre impoluto, severo, honorable,
tomó la palabra.
—Yo también ahora lo comprendo. Antes de la batalla de Ituzaingó en 1827 reuní a mis
oficiales y les dije: “…el valor heroico es lo principal…veo con desprecio y lástima a
varios jefes cobardes, que tomaban, para ocultar su cobardía, la máscara de la táctica y
evoluciones hábiles que pudiesen engañar al enemigo, haciéndole caer en una celada, o
conduciéndole por medio de maniobras a una posición desventajosa, donde pudieran
atacarle con ventaja y vencerlo; esto no es digno, y yo nunca procuraré pelear sino en
terreno igual para los contendientes, donde sólo el valor triunfará”. José María me
reprendió en privado luego de escucharme; no lo entendí y hasta me enojé con él. Hoy
me convenzo que San Martín tenía razón cuando me llamaba “La Espada sin Cabeza”.
Todos callamos. La confesión y congoja de Lavalle era más dura que la de Villa. pues la
manera de actuar de ambos implica no sólo desconocimiento del arte de la guerra, sino
desprecio por la vida de aquellos que serán sacrificados inútilmente sin el cobijo de tal
arte, que su líder brutalmente ignora.
Erwin Rommel, ansioso por carácter, estaba presente en el grupo. Golpeó la mesa con
su jarro de cerveza y sentenció:
—Emplear el coraje contra la capacidad e idoneidad militar es una estupidez; si eso lo
hace un comandante, es una irresponsabilidad.
El grupo manifestó su acuerdo en silencio, pero por poco. Una voz femenina lo cortó
limpiamente.
Era Hipólita, la Reina de las Amazonas. Traía en una mano un Martini y aferraba
fuertemente el brazo de Escipión el Africano con la otra. No se veía cómodo a Escipión;
por una parte, disfrutaba de la compañía, pero insistentemente miraba por sobre su
hombro, tal vez sospechando la presencia de Hércules o Teseo.
— La guerra está compuesta de genio y coraje, inteligencia y valentía, mente y espíritu,
nadie lo niega—dijo la reina— En la paz o en una arenga es tentador hablar de arrojo,
audacia y gloria por encima de todo, pero sólo como motivador. El profesional de la
Guerra distingue eso de los conocimientos bélicos que lo llevan a la victoria.
—Siempre lo he dicho disponiendo de profesionalismo, instrucción y doctrina ese
entusiasmo no es indispensable— Agregó Karl von Clausewitz mientras apuraba un
canapé de centolla. — La marca experta de conocedor especialista en temas de guerra es
precisamente el equilibrio entre genio y coraje, y saber que ese equilibrio se aprende
primero desde el intelecto.
«El coraje es siempre una característica sobresaliente del guerrero; pero no puede
lograr nada en los más altos grados de gran responsabilidad, a menos que sea
respaldada por un poderoso intelecto. Ese es el motivo por el cual vemos muchos

bravos soldados y tan pocos generales audaces y enérgicos» (CLAUSEWITZ, On War,
1984)
Sin soltar a Escipión, Hipólita agregó—Es lo que siempre le digo a mi ‘Negrito’—En ese
momento Escipión estaba más rojo que negro— Decile a los chicos lo que te decía tu
mami
Como pudo Escipión se irguió y dijo.
—Mi madre dio a luz a un general (imperator), no a un guerrero (bellator). ‘Proeliis
parta sunt, ferro et viribus, sed bella parta caput’ (Las batallas se ganan con espadas y
fuerza, pero las guerras se ganan con la cabeza)
Aprovechó el momento y se apartó huyendo de Hipólita que salió tras él.
Yo aproveché y también salí en persecución de unos ojos azul claro que relucían bajo la
dorada cabellera de una Valquiria.
3/8 Sopa de Reglamentos
Mientras trataba de alcanzar a la rubia, escuché al General Dragomiroff lanzando un
discurso sobre las mentes de jóvenes Cadetes de Chapultepec deslumbrados por su
mentor.
— Los reglamentos militares no determinan la marcha que se debe seguir para formar
el soldado sino con relación a cada objeto de la instrucción, tomado separadamente;
pero la función general de estos elementos diversos y la combinación íntima que se
necesita para su aplicación en el campo de batalla, no son y no podrán ser objeto de
ninguna reglamentación. Un trabajo de esta naturaleza sale forzosamente del cuadro de
un reglamento, pues que se dirige a la aplicación combinada de varios reglamentos,
teniendo en cuenta, además del tiempo, los lugares y los medios de toda naturaleza de
que uno puede disponer.
—Pero, mi General a nosotros nos dijeron que los reglamentos había que cumplirlos a
raja tabla, sin faltar una letra
—Muchachos, ustedes son más inteligentes que eso. Los reglamentos no son un dogma
sagrado…Ustedes no sacaron su coraje por defender la patria del reglamento; es más se
quedaron a luchar aun cuando les habían ordenado retirarse
—Si, es cierto
—Claro, ustedes lo saben. Y saben que actuaron bien. Entendieron el espíritu de los
reglamentos y enseñanzas militares. Supieron que la suerte de millares de hombres, la
victoria o la derrota, la gloria o la deshonra, dependen de la manera más o menos
juiciosa de realizar la educación de las tropas. El rigor con que el reglamento puede ser
aplicado está subordinado a los medios. Se ejecuta lo que se puede, y si hay partes en él
que los medios y las circunstancias no permiten practicar, se resigna uno a dejarlas de
lado; pero solamente, después de estar bien convencido de que se retrocede ante una
imposibilidad real y no ante una apariencia.
«Preparar a los oficiales y a los soldados para hacer frente a todas las eventualidades
del combate, parece una cuasi contravención al Reglamento. Y hay una sola y única
manera: no considerando que sea prohibido, ni aún en tiempo de paz, separarse un
ápice de los tipos reglamentarios y poniendo a cada jefe en la necesidad de modificarlos
por sí con arreglo a las circunstancias. Sólo así se le abrirá los ojos y el espíritu respecto
de la atención que se debe prestar a las circunstancias en las que opera. Solamente a

esta condición estará en estado de permanecer fiel al espíritu del Reglamento, por
contrarias que puedan parecer exteriormente las infracciones que cometa contra la
letra del mismo. …estoy convencido de que es permitido y aún indispensable admitir
formaciones que, estando en el espíritu, no estén en la letra del Reglamento».
El General estaba tan iracundo como 1899 cuando escribió su libro de infantería.
4/8 Plato Principal Los Planes
Perdí a la Valkiria de vista un segundo y cuando la encontré, una voz familiar me llamó.
—Profesor, acérquese. Estamos hablando de lo que conversamos hace poco — Era
Heráclito
Me acerqué educadamente mientras veía alejarse a los ojos azules. Moltke estaba
diciendo.
— Ningún plan de campaña sobrevive al primer contacto con el enemigo.
— Pues claro, si el campo de batalla es una escena de caos constante. El ganador será
quien controle ese caos, tanto el suyo como los enemigos. — El inconfundible acento
corso-francés del Emperador Napoleón rubricó la idea, mientras terminaba su copa de
pinot noir.
—Coinciden con el amigo Heráclito veo
—Oui Profesor—dijo el Emperador —Nada es estable en la vida real y menos en la
Guerra. Por eso como dice von Moltke hacemos planes que se van rompiendo y los
componemos durante la batalla hasta ganar, si se puede.
— Gracias Sire. — retribuyó Moltke—Durante la campaña el comandante se ve obligado
a llegar a decisiones basadas en situaciones que no pueden ser previstas. Todos los
hechos de guerra sucesivos no son, por lo tanto, ejecuciones de un plan premeditado,
sino acciones espontáneas, dirigidas por el tacto militar. La situación real que se halla
cubierta por la niebla de la incertidumbre.
— Incertidumbre y azar como dice su compatriota Clausewitz, que no son más que la
medida de la ignorancia del hombre — Agregó Henri Poincaré, .
— Por eso para estimar los hechos correctamente y adivinar los elementos
desconocidos y tomar y ejecutar una decisión los conocimientos teóricos no serán
suficientes, deben sumarse las cualidades mentales y de carácter para llegar una
expresión libre, práctica y artística, a pesar de estar disciplinadas por el adiestramiento
militar y guiadas por experiencias de la historia militar o de la vida misma.
«Por eso insisto en que el dogmatismo en el plan de operaciones es un pecado mortal, y
debía tenerse gran cuidado en estimular la iniciativa por parte de todos los mandos, por
grande o pequeña que ésta fuera».
Un acento norteamericano aseveró — El apego ciego al plan es negar la realidad por
miedo a ella y el miedo es el peor consejero— Las palabras de George S. Patton
rubricaron lo dicho por todos.
— Si, George. — Me atreví a intervenir— Pero el planeamiento es fundamental, pues sin
él no hay guía general y no hay una idea común entre los ejecutores. Sin desmerecer el
planeamiento en papel es menos importante que el acto de construirlo pues genera

entre los jefes intervinientes una “mentalidad del plan” un pensamiento en común
sobre lo que hay que hacer que será fundamental cuando haya que alterar lo planeado.
—Por eso yo insistía en que los comandantes de todo nivel deben intervenir en el
planeamiento de las fuerzas a su mando; cosa que algunos colegas míos nunca hacían.
— Al prepararme para la batalla, siempre he encontrado que los planes son inútiles,
pero la planificación es indispensable — Acompañó Dwight D. Eisenhower mientras
repartía botones que decían “I Like Ike”.
—Por eso es tan importante estudiar el arte de la guerra. No es un arte para diletantes,
un deporte. No se hace la guerra sin una razón, sin un objetivo, como se concedería a la
música, la pintura, la caza, el tenis sobre césped, donde no se causa gran daño si se
detiene por completo o continúa, si se hace poco o mucho. En la guerra todo está
interconectado, es mutuamente interdependiente, mutuamente interconectado.
Cuando estás en guerra no tienes poder para actuar al azar. Cada operación tiene una
razón de ser, es decir, un objeto; ese objeto, una vez determinado, fija la naturaleza y el
valor de los medios a los que se recurre, así como el uso que se debe hacer de las
fuerzas. La verdad es que ningún estudio es posible en el campo de batalla; allí uno
hace simplemente lo que puede para aplicar lo que sabe. Por lo tanto, para hacer,
aunque sea un poco, es necesario ya saber mucho y saberlo bien—intervino el Mariscal
Ferdinand Foch, metido en una botas brillantísimas recién lustradas y acompañado por
una bellísima joven — Y como en la guerra las cuestiones militares son siempre
disimiles ponen de manifiesto la incapacidad de la memoria para resolverlas; también
la esterilidad de las formas invariables, como las figuras, los dibujos geométricos, los
planos, y los planes de los que hablaban, se impone una única solución justa: la
aplicación, variable según las circunstancias, de las reglas del arte militar— Mientras
terminaba su copa de champagne se cayó de su guerrera una llave con una placa de
hotel, que recogió discretamente.
5/8 Entremés dulce
La Valkiria pasó cerca nuestro por lo que volví a perseguirla, dejando a todos con sus
preocupaciones.
La alcancé en la barra de tragos y enseguida hicimos contacto visual. Los viajes en el
tiempo aturden la memoria y esta no fue la excepción. Era Brunilda y ya nos
conocíamos, o nos conoceríamos, pero en la fiesta comenzamos como dos
desconocidos. Recordamos pasados inciertos y aún o sucedidos y futuros ya caducos.
Paseamos por los grandes jardines apartándonos de la multitud, llegándonos a un
recodo del río Estigia. Su belleza era deslumbrante.
Pasada las zarzamoras los juncos y los espinos, bajo su mata de pelo hice un hoyo sobre
el limo. Yo me quité la corbata. Ella se quitó el vestido. Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños. Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino, ni los cristales
con luna relumbran con ese brillo. Sus muslos se me escapaban como peces
sorprendidos, la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío. Aquella noche corrí el
mejor de los caminos, montado en potra de nácar sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre, las cosas que ella me dijo. La luz de entendimiento me
hace ser muy comedido. Sucia de besos y arena, yo me la llevé del rio… y no quise
enamorarme porque teniendo marido me dijo que era mozuela cuando la llevaba al río.
(La casada Infiel, Federico García Lorca)

Al regresar bordeando el río encontré a dos viejos amigos, que compartían su
experiencia de la vida guerrera y lo tristemente aprendido de ella.
6/8 Segundo Plato de Héroes y Gloria 1/2
— La guerra no es gloriosa ni heroica — Decía Ulises, Rey de Ítaca. — Pero necesitamos
de la gloria y los héroes porque son una forma de escapar al olvido y alcanzar la
eternidad; en suma, huir del miedo a la muerte y la supresión de la memoria.
—Dímelo a mí, que he perseguido esos fantasmas en vida para comprender su escaso
valor personal— Respondió Aquiles, el héroe de héroes, pero no parecía oportuno
mencionarlo.
— Son así fenómenos culturales que superan el marco de la guerra. Se puede ser un
héroe y adquirir la gloria siendo guerrero como tu Aquiles, o por ser inteligente como
yo Ulises o por hacer justicia e imponer el orden en el caos del universo como Hércules,
Teseo, Perseo y Jasón. Para la época actual los héroes son los médicos, los bomberos,
los rescatistas, los deportistas además de los soldados. Algunos son héroes por causas
profundas -salvar vidas- otros por motivos triviales -ganar un partido de futbol- pero
todos comparten un valor de buscar la eternidad y de ejemplo.
—Las conductas ejemplares lo son conforme las sociedades en que suceden. Cada acto
debe ser considerado en sí mismo; algunos tendrán un alto valor de emulación y
eternidad -vencer al enemigo y salvar la patria-, mientras que otros serán, más efímeros
y de limitado ejemplo – ganar una competencia deportiva— Me permití agregar
—Si, pero hay dos cosas a tener en cuenta. Los héroes y la gloria son posteriores a los
hechos que los crearon. Son para los que vienen después, para aliviar el dolor de una
nación por una guerra perdida o ganada. Para generar ejemplos para el futuro y nada
más.
—Y la otra cosa?
—Que tiene que haber testigos. No hay acto heroico ni glorioso si no hay nadie que lo
vea y luego lo transmita.
—Pues claro, lo héroes debe conocerse son figuras fundamentales del desarrollo de la
historia del mundo— Terció Thomas Carlyle (Carlyle, 2013)
—Eso lo dices porque escribiste una obra trascendental sobre nosotros y porque es tu
idea central para ese trabajo. Pero confirmas lo que dijimos, somos posteriores a los
hechos y tenemos efectos tiempo después. Lo tuyo me suena a marketing— Contraatacó
Ulises. El escocés trató de replicar, pero el griego lo cortó de plano—No quiero discutir,
no importa.
—Thomas permíteme que te recuerde mi historia—Comenzó a decir Aquiles—Mi madre
Tetis sabía que su hijo no volvería jamás de Troya si me unía a la expedición. Estaba
destinado a alcanzar allí la gloria, pero iba a morir prematuramente; sime quedaba
viviría una vida larga pero no gloriosa. Me rogó que no partiera a la guerra y me
advirtió que si alguna vez mataba a un hijo de Apolo moriría a manos de Apolo. Apolo
era el protector de Troya y yo maté a Héctor. Marché a la guerra por amor a la
inmortalidad de la gloria y sólo la alcancé con mi muerte».
«Años después Ulises baja a los infiernos más allá del río Estigia. Allí nos encontramos,
recuerdo sus palabras ‘Antes, cuando vivías, todos nosotros, guerreros de Argos, te

honrábamos igual que a un dios: ahora, en estos lugares, te veo ejercer tu poder sobre
los muertos; para ti, Aquiles, ¡hasta la muerte carece de tristeza!’».
«Ulises tenía entonces la imagen de la gloria y el heroísmo inmortales. Yo borré esas
ideas de su mente»
«¡Oh! ¡No me disfraces la muerte, noble Ulises! Preferiría vivir como un siervo que se
ocupa de los bueyes, estar al servicio de un campesino pobre, privado de toda fortuna,
antes que reinar sobre los muertos, sobre toda esta muchedumbre sin vida”. La muerte
gloriosa en combates heroicos ya no valía la pena para mí. “…lo único que aún me
interesa es tener noticias de mi padre”. Esa es la realidad del héroe Thomas. Si no me
creer revisa las vidas de otros, como los marines de la bandera de Iwo Jima y verás lo
que te encuentras».
— Se construye la imagen del héroe, no en el momento del hecho sino a posteriori. El
héroe no sabe que los es, ni busca serlo hasta después del primer acto heroico. Su
continuidad o no como tal depende de las circunstancias externas y de sus propias
limitaciones personales. La guerra no es heroica, pero es honesto admitir que en la
guerra surgen héroes que acometen actos épicos, y es a ellos a quienes le debemos la
calificación y no a la guerra en general. Esos héroes de guerra cuando alcanzan calidad
de nacionales –esto es, conocidos y compartidos como propios por el pueblo de la
nación- son los modelos que inspirarán a futuras generaciones como necesario molde
de emulación—Osé a decir
6/8 Segundo Plato de Héroes y Gloria 2/2
«La guerra tampoco es gloriosa, pero la victoria genera ese efecto en la población
aliviada por el fin de las penurias y facilita el olvido de esos sacrificios—Intervine—
Además, recordar las guerras pasadas como glorias nacionales fortalece el espíritu
ciudadano y puede generar cierta disuasión en eventuales enemigos. La gloria no
sucede en la guerra, en el momento del evento “glorioso”, eso también es una
construcción posterior a los hechos nacida de los testigos del mismo y de su difusión
azarosa u ordenada. Es una elaboración cultural, social y política. Así actúa como un
mito o una leyenda, o como necesidad de identidad de una población y pretende una
calidad moral que la sociedad desea adquirir; o responde a un interés específico de
mostrar un hecho como bueno con un sentido determinado. En cualquier caso, la
calidad “gloriosa” aparece después del hecho bélico y provoca efectos en los
sobrevivientes al hecho y a generaciones posteriores. La guerra adquiere la gloria
después de haber concluido. Su efecto es muy importante pues impacta la las fibras
emocionales de la nación y genera modelos a seguir, ya sea de sacrifico, esfuerzo o
valentía.»
—Entonces coincide conmigo en que la figura del héroe y la de la gloria apoyan y
promueven el desarrollo de las sociedades—Aprovechó Thomas Carlyle—La
circunstancia de ser elaboraciones posteriores a los hechos no les quita valor, de hecho,
tal vez las mejore, aunque a veces se produzcan distorsiones; eso no importa pues lo
importante es su efecto inspirador y no la perfección de los hechos originales. Son
motivadores espirituales y así deben ser empleados.
—Ciertamente —terció Frontino—Un profesional militar debe considerar cómo emplear
las “glorias” y los “héroes” de que dispone para levantar la moral, sostener el espíritu de
cuerpo y motivar a sus soldados. Esto surtirá un muy buen efecto, siempre que antes se
disponga de buena doctrina, efectiva instrucción, equipo adecuado, logística acorde y
alta calidad de conducción; sin estos elementos la prédica de las “glorias” y “héroes”

resultará inútil y hasta podría provocar rechazo. Uno de los peores usos de las “glorias”
y los “héroes” es el de suponer que por sí solos alcanzan para vencer y que todo lo
demás es superfluo.
—De acuerdo, como una de tus estartagemas—confirmé—Pero hay otro empleo más
peligroso, el de suponer e inculcar que los soldados pelean por la “gloria” y por ser
“héroes”. Esta postura es una fantasía mítica tan cruelmente ignorante que si prende en
algún espíritu sólo produce la muerte de quien lo cree y de quienes depende de él.
—En effet mon cher ami— calurosamente afirmó Ardant du Picq, calentando en sus
manos una copa de cognac— Nunca en la historia de las guerras de la humanidad un
soldado peleó por la gloria, pues nadie puede construirla solo y asegurarse por
anticipado que eso que se va a hacer resultará glorioso. Lo que sí ha habido es hombres
ambiciosos que han acometido hechos en busca de satisfacer avaricias personales,
incluso al precio de perder soldados e incluso la batalla. Pero más allá de esta
explicación intelectual hay una verdad más profunda. El hombre, en el combate, y no
nos cansaremos de repetirlo, es un ser en el cual el instinto de conservación domina, en
cierto momento, a cualquier otro sentimiento. Los soldados pelean para sobrevivir, y
con un buen conductor para vencer. El heroísmo surgirá espontáneamente y la gloria
vendrá después.
—Pues claro. Hay muchos aquí que hablan muy a la ligera de la guerra; no saben de lo
que están hablando. Especulan que la guerra es todo gloria, pero es un auténtico
infierno. Podéis llevar este aviso a las generaciones venideras. Pienso que la guerra es
un infierno— La voz ronca de William Tecumseh Sherman daba a la sentencia una
solemnidad incontrastable.
Bebimos nuestro whiskey en silencio, no había aire para agregar nada. Lentamente
volvimos a ser invitados de una fiesta, iniciamos conversaciones triviales y comimos;
nos separamos con la cortesía del caso.
7/8 El Postre Tecnología Salvadora 1/3
En una mesa cercana Umberto Eco comentaba lo delicioso del Tiramisú ofrecido y
explicaba a sus circunstanciales compañeros de deleite
—La visión mágica de la tecnología que tenemos los habitantes del siglo XXI es un
pensamiento mágico que bien puede infectar el campo de la guerra.
—Es verdad — intervine tomando una porción abundante del postre que se llama
Levántame el Ánimo —A diario presenciamos hechos bélicos que se presentan como
triunfos tecnológicos y no como resultados del esfuerzo humano, exposiciones que nos
hacen suponer que la guerra puede ganarse por medio de máquinas que actuarían
triunfalmente sin importa la capacidad o ignorancia del operador del aparato. Esto es
una solución soñada para tanto indolente que desea ser profesional sin estudiar; pero la
realidad es otra. El error original parte de suponer que la tecnología determina la
guerra, que todo cambio producido en ella ha provenido del invento de una nueva
arma, sin embargo, esto no es así.
—Pero si tuviéramos armas de primera generación— Terció un joven teniente austríaco
caído en Solferino
—Nada ocurriría. Muchacho, las guerras pueden ser peleadas con las armas, pero son
ganadas por los hombres. Es el espíritu del hombre liderado y el espíritu del líder lo que
lleva a la victoria. —Le explicó paternalmente George Patton

—Además no crean ustedes que esto es nuevo. Después de la desaparición de Napoleón
se puede observar que en todos los ejércitos del mundo los oficiales pretendieron
emularlo cuando no “ser” Napoleón, pero sin estudiar la guerra como él lo hacía. Sin
que ésta haya sido la causa única, si fue una de las que nos llevó al desastre de la
Primera Guerra Mundial. — intervine audazmente — Los cambios tecnológicos
compiten con los cambios políticos, económicos y principalmente sociales en su
capacidad para cambiar la guerra. La introducción del bronce cambió ciertamente la
forma de la guerra, pero para que ello sucediera se necesitó de una capacidad
económica de los estados para explotarla, de una decisión política de hacerlo y de crear
ejércitos permanentes que amortizaran los costos del equipo con su uso continuo, y de
una estructura social que estaba obligada a aportar los soldados. Esto produjo la
primera organización militar de combate: la Falange Sumeria. Ciertamente el cambio lo
inició el bronce, pero necesitó del resto para desarrollar. El próximo gran cambio
evolutivo no lo dará la tecnología del hierro sino la aparición de la democracia griega
que convertirá al súbdito obligado a la guerra en el ciudadano comprometido
voluntariamente en la guerra, lo que aportará cohesión y solidaridad a la estructura de
combate. Nada cambia por sí solo a la guerra, pero más importante ningún cambio será
exitoso si no responde a lo esencial a la guerra: el hombre. La constante permanente en
la guerra es el hombre, nada puede cambiarse y perdurar si no se lo tiene en cuenta
—El soldado es el ejército. Ningún ejército es mejor que sus soldados. El soldado
también es ciudadano. De hecho, la obligación y el privilegio más alto de la ciudadanía
es el de portar armas para el país propio— sentenció George
7/8 El Postre Tecnología Salvadora 2/3
— En 1919 el Tratado de Versalles restringió enumero de soldados y oficiales del
Ejército Alemán, prohibiéndonos el uso de ametralladoras, artillería, tanques y al
propio Estado Mayor. Esta resolución nos dejaba como una fuerza del siglo XIX,
incapacitada de conducción y privada de equipamiento, sin embargo, esto no nos
detuvo — Se lamentó en tono de orgullo Hans von Seeckt el padre de la renovación
militar alemana— Recuerdan las fotos e historias de las prácticas y maniobras con
tanques de cartón y cañones de madera. Hicimos esos aparatos simulados al detalle;
tenían dibujados controles, medidores y palancas a semejanza de los reales. Con estos
“juguetes” entrenamos entre 1920 y 1933; cuando tuvimos el equipamiento real no se
necesitó de grandes procesos de adaptación. Oficiales y soldados habían aprendido
todo lo necesario para operar tanques y cañones reales; no fue la tecnología lo que salvó
del drama de las restricciones, fue el estudio serio y el conocimiento.
—Antes de reclamar tecnologías en las que depositar una milagrosa esperanza, se deben
estudiar esas tecnologías, saber si nos son necesarias y antes de disponerlas conocerlas
en profundidad. Sino seríamos niños pidiendo juguetes que no conocemos y que no
sabemos si nos van a gustar, sólo los pedimos instigados por la publicidad que de ellos
se hace, ciertamente no siempre sincera. La doctrina militar basada en la tecnología es
de baja calidad y de corto alcance; puede tener un gran efecto la primera vez que se
emplea, pero es una ventaja fácilmente superable. — les recordé a todos
—En el 280 a.C., yo Pirro rey de Epiro invadí Italia desafiando a Roma. En la batalla de
Heraclea en julio de ese año empleé mis elefantes, animal que los romanos nunca
habían visto hasta entonces. La presencia de los paquidermos asustó tanto a los
romanos que huyeron en desbandada. Una tecnología desconocida favoreció mi ataque.
Pero al año siguiente nos encontramos en el campo de Asculum. Esta vez los elefantes
ya no eran novedad y no sólo eso, los romanos habían inventado un carro empujado

por bueyes que sostenía una asta de la que pendía una canasta con brasas en llamas y
que quedaba a la altura de los ojos de los mastodontes. Ciertamente los carros no
sirvieron como arma, pero reforzó la imagen de que el elefante ya no era tan terrible y
no inspiraba el miedo de la primera batalla. Como yo pude comprobar la tecnología no
resuelve problemas militares por mucho tiempo…No les voy a contar yo lo que es
obtener una victoria y no ganar nada…
7/8 El Postre Tecnología Salvadora 3/3
—Recuerdo que en noviembre de 1917 los aliados introdujeron el tanque en la batalla de
Cambrai. La sorpresa por la nueva tecnología sólo tuvo efecto un par de horas, en ese
tiempo nos recuperáramos y contraatacamos — relató Georg von der Marwitz
comandante alemán de la batalla — Por demás de inmediato se tomaron medidas para
el empleo de artillería en tiro directo sobre los tanques y en enero de 1918 ya se habían
organizado baterías antitanques de 37mm, 50mm y 77mm. En la guerra el ingenio
humano puede contrarrestar cualquier idea doctrinaria de cualquier nivel, y más
fácilmente puede anular una tecnología.
Las historias apabullaron al joven teniente austríaco que nos miraba con asombro y
dudaba sobre sus propias ideas; y creo que también se impresionó al vernos devorar el
postre de mascarpone hasta exterminarlo.
8/8 La Partida
Después de días de bailes, tragos y abundantes manjares, salí en busca de Harris para
reemprender nuestro viaje. Nos despedimos del anfitrión Luis II de Baviera, quien nos
regaló un par de barriles de cerveza. No sé quién se atrevió a llamar ‘loco’ a este hombre
de mundo tan gentil y tan amable, que pudo haber sido el Kaiser del Imperio Alemán.
Un amante de las artes y la arquitectura; admirador y protector de Wagner. Un hombre
incomprendido y tal vez incómodo para los intereses de algunos poderosos. Es justo
que lo llamasen Schwan König, el Rey Cisne.
De vuelta en el Bellum Viator nos retiramos a descansar a nuestros camarotes antes de
iniciar la travesía. Si, aunque los viajes son diríamos instantáneos, los camarotes
ayudan a la recuperación del vértigo y, ocasionalmente, las náuseas que provocan. Se
trata de espacios amplios originalmente de un diseño minimalista, pero los souvenirs
de los viajes los han transformado en ambientes que reflejan distintas épocas. Así hay
uno antiguo clásico, otro medieval, otro Imperial, adornados con piezas lo más
prolijamente acomodadas. Por lo demás la nave, que también soporta adornos arcanos,
es amplia y cómoda, tanto que ni siquiera parece lo que es. La sala de mi despacho es el
puente de navegación y la biblioteca el instrumental de viaje. Cada travesía se
determina por la apertura sobre mi escritorio del libro que refiere a la época buscada;
esa apertura pone al Bellum Viator en rumbo, dirección y velocidad.
Mientras nos alejábamos pensé en cuántas de las cosas dichas y discutidas en la fiesta
yacían abandonadas en bibliotecas militares, en volúmenes polvorientos, olvidados,
ocultos tras los anaqueles y descuidadamente guardados que ya nadie leía o peor que se
desconoce su existencia. La falta que le hace a la Guerra del siglo XXI ese
conocimiento…